Por Raúl Díaz Berlanga
El mundo cuenta con una fuerza energética general
que bien podría estar significando su totalidad participativa dinámica
terrestre y su enlace, quizàs, està relacionado directamente con
nosotros .
Nuesta civilización, se carcteriza por
poseer un hilo conductor en su base, aunque la Torre de Babel que
construímos, nos distáncie, a todos, uno de otros. Los diferentes
lenguajes, las formas particulares de comunicarnos, presentan a los
individuos como extraños de una cultura a otra, sin embargo, en los más
de seis mil millones de habitantes del planeta, existe una base que nos
identifica como poseedores de una matriz perteneciente a la mal
llamada humanidad.
La energía espiritual, va más allá de lo
que pudiese significar la operatividad cerebral. En cada uno sabemos
que existe y que de hecho nos mantiene activos junto con la totalidad
de órganos que componen nuestros cuerpos.
Pero, de la existencia espiritual, hasta
el momento, sabemos muy poco y siempre ha sido abordada , en el mejor de
los casos, por medio de cuestiones metafísicas y en el peor de ellos,
a través de enfoques meramente esotéricos- ocultistas.
El cerebro ya está, y aunque todavía
necesitamos profundizar mucho más en lo que a su operatividad se
refiere, la verdad es que algo se sabe acerca de sus funciones y de cómo
está integrado.
Respecto a la mente, parece que se trata de
un proceso surgido directamente, de la funcionalidad y operatividad
dinámica del mismo cerebro. La mente opera, como si de la naturaleza se
tratará; es decir, incluye todo: Un volcán, una ,mariposa, una rana, un
águila, un auto, un poste, gente. El proceso mental, no cuenta con una
dirección preestablecida, capta todo; somos nosotros los que le
otorgamos una continuidad a lo percibido, pero sobre todo, a aquello que
más nos afecta o interesa: Tengo que pagar el teléfono, la renta, el
auto, la comida. Y esas ideas nos podrían acompañar todo el día,
impidièndo la participación de otras que aunque presentes en nuestro
contenido mental, pasan a un segundo o tercer plano. Esa sería , por
decirlo asi, la actividad mental, emanada del mismo cerebro, opera de
manera similar a la naturaleza, simplemente fluye y pocas veces se
detiene.
En cuanto a la consciencia, que pudiese
estar significada por tener conocimiento fino de algo, exacto y
reflexivo, como pudiesen ser de actos, sentimientos, pensamientos, y
de nosotros mismos, con pleno uso de todas nuestras facultades,
sabemos muy poco o casí nada. Pocos, muy pocos seres, son poseedores de
una instancia llamada consciencia y por supuesto, està comprendìda en
una categorìa superior.
Ni que decir, de una supuesta actividad
espiritual, instancia ubicada, con toda seguridad, fuera de toda
actividad cerebral y mental y de la que han sído poseedores sólo unos
cuantos terrícolas hasta la fecha: Platón, Buda, Cristo. Los cuales, de
seguro, sí poseían cerebros extraordinarios, con un funcionamiento
impecable.
Parece
entonces, que la estancia espiritual, aunque no la conocemos, sí la
podemos observar a través de las acciones y los hechos de humanos
significativos, de aquellos faros, la cual han externado a lo largo de
sus vidas mediante el ejemplo y la praxis. Visto esto así, podríamos
decir que también han existido personas de menor categoría que tienen a
lo largo de sus vidas, varios chispazos de aportación meramente
espiritual y que han redundado también, en beneficio de sus
semejantes.
Lo espiritual en nosotros, entonces, está
referido a la sensibilidad y los pensamientos y cuestiones, alejadas de
lo material, en donde nuestra actividad inteligente se hace de toda
nuestra energía y la transforma en una gran sensibilidad que nos
otorga una gran fuerza y valor para actuar. Se trata de arribar a una
realidad distinta a la de los bienes materiales terrenales.
El espíritu del mundo, pues, la conexiòn,
la hacemos entre todos, es o constituye la suma de todos y, al parecer,
en la actualidad son muy pocos los dedicados a las actividades enfocadas
a lo espiritual, a practicar la sensibilidad y los pensamientos
alejados de los interéses materiales. Entonces, al mundo visto como
individuo, le está haciendo falta el fluìdo de energía exclusivamente
espiritual que debiera emanar de cada uno de sus pobladores, para poder
entablar conexiòn con la totalidad del espìritu del planeta. La fuerza
espiritual nuestra, màs allà del cerebro, pero que tambièn lo necesita,
debiera tener una especie de sustancia para poder conectarse con la
màxima energìa de nuestro mundo.
Pero sucede, que de acuerdo a los datos
recabados hasta la actualidad y de todo lo que hemos sido testigos,
resulta que no somos bondadosos por naturaleza y que la sociedad con
todos sus vícios, no nos hecha a perder -como antiguamente se creía-
convirtiéndonos en amorales y perversos. Ni tampoco que nacemos iguales
exprofesamente. Hacemos el mal, porque no todos nacemos iguales,
existen personas mucho más dotadas que otras y la gran mayoría se
encuentran en estados involutivos, lo que dificulta, aún más, la
afluencia de sentimientos altruístas, manifestados de manera espontánea,
estando en vez, guiados por una cerebro- mente programada que siempre
parte de la expectativa de que se le devuelvan los favores brindados,
aunque pretenda negarlo. La consciencia opera ahì, de manera muy dèbil,
casì inexistentemente. Todo esto, es la cruel muestra de la
insignificancia de nuestra verdadera naturaleza, disque humana.
La destrucción, es la parte fuerte de la
cultura, constituye su modus operandi, es la fuerza que ahora mueve a la
civilización entera. Los pobladores de esta tierra han tomado
consciencia de su estado contingente y de su irrelevancia- eso sì lo
tienen muy claro- y eso ha dado como motivo, la aparición de
comportamientos depredradores e irrespetuosos que sólo buscan preservar
las existencias de manera individual, a costa de los demás e incluso,
de las generaciones por venir. Su lema es: EVITA LO MALO, LO QUE TE HACE
DAÑO Y SALDRAS GANANDO.
La inmensa mayoría, evita a toda costa,
enfrentarse a contingencias de límite que los expongan a aceptar que
obran y pueden obrar mal, aunque muestren otra apariencia, alejándose
cada vez más de la capacidad de perfeccionamiento de la especie. Y todo
ello, lo debemos de considerar profundamente, ya que al parecer, somos
también, poco nobles, violentos y egoistas y unos más que otros, sin
salvarse casí nadie.
El espíritu del mundo, visto así, podría
ser considerado como una aspiración inútil, una posibilidad
inalcanzable, no habrìa posibilidad alguna de conexiòn, cosa que así
ha sído y así ha resultado. Sería, algo así, como una pérdida de tiempo
para todos, tratar de conseguirlo. Platón, Buda, Cristo y demás
redentores, han acabado sus días muy mal: Envenenados. crucificados,
perseguidos. Sus pensamientos, sus filosofìas,su ejemplo, les han
funcionado a muy pocos, y otros también, muy, pero muy pocos, practican
sus preceptos.
Al parecer, todo es debído a los inacabados
cerebros con los que se cuenta, pese a que la instancia espiritual, va
más allá de ellos, ya que sus estructuras, por circunstancias aún
desconocídas por la ciencia, siempre se hayan en yuxtaposición y
contradicción impidiéndo los enlaces o interconexiones finas. Da más la
impresión de que un espíritu de nuestro mundo, proveniente de la suma de
todas nuestras acciones, a manera de conexiòn, resulta ser un sistema
muy complejo y que todos trabajamos o actuamos en total desarmonía como
para lograr integrarlo y acoplarlo, lo cual demuestra que es por eso que
no podemos llevar a cabo ningún proyecto de salvamento social de la
especie y que nuestras aspiraciones, son verdaderamente inútiles desde
siempre y como lo han sido hasta el momento.
Somos seres muy limitados, hay que
aceptarlo, no podemos, por diseño, alcanzar la categoría espiritual,
mucho menos para conectar con nuestro mundo, permanecièndo aislados y
retraìdos de su màxima y fina energìa. Nuestras limitaciones son
muchas, de humanos, sólo tenemos el nombre. Es lamentable, pero real y
tristemente cierto...No lo cree usted asì?
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