Por Raúl Díaz Berlanga
En
una sucursal bancaria al sur de la ciudad de México… Un gran número de
usuarios impacientes esperan realizar sus trámites financieros en las
ventanillas. Pasan los minutos en la fila y alguien se lleva las manos al pecho y se desploma. Se trata de un cliente de más de 60 años que empieza a agonizar sin que nadie lo auxilie. Sufre espasmos, convulsiones y su rostro se aprecia empapado en sudor. Todos
en la sucursal bancaria, clientes, policía y funcionarios apenas lo
voltean a ver de reojo, pese a lo dramático de la escena.
Todo transcurrió en cuestión de minutos. Nadie hizo nada por él. Nadie
se acercó, aquel hombre abandonado a su suerte y encarando a la muerte a
los ojos de todos, murió ante quienes hacían fila para realizar sus
transacciones económicas.
La indiferencia dominó. El
corazón de ese hombre solitario se detuvo y aún tirado el cuerpo sin
vida en el piso, las actividades de la institución financiera
continuaron con su ritmo normal, como si nada hubiese sucedido… El
cuerpo fue cubierto con una manta y hecho a un lado, y sólo algunos
clientes se salieron de la sucursal ante la triste escena de la que
todos fueron testigos.
Este es un hecho real, acaecido precisamente el día de hoy, 3 de enero del 2012 a las 9:30 de la mañana: ¡Que terrible empezar el año así!
La gente parece que no sabe hacia dónde se dirige, ni lo que buscan o pretenden. Todo es una repetición y una continua calamidad congelada en un pasado de habituaciones inhumanas sin renovación alguna. Se vive de manera autómata, importando poco el dolor ajeno o lo que les pudiera suceder a otros.
Ya
son varias décadas de lo mismo, no sólo en México sino en el mundo
entero, en donde ni la política ni las instituciones ni los traumas ni
los fracasos, ni los pocos, muy pocos, poquísimos aciertos, han podido
con los años difíciles y mucho menos, con los que sin duda, están por
venir para todos. Nuestro
planeta en general es otro y de seguro será otro muy distinto y
diferente, y las señales actuales hablan de ello de manera clara y
precisa. Se vive en un mundo repleto de indiferencia y de poco humanismo.
¿Qué mundo se pretende gobernar ahora?
¿Qué nos ha pasado?
¿No tenemos nada que ofrecer?
¡Lo sucedido en la sucursal bancaria mexicana es una muy mala señal para empezar un nuevo año!
La
economía, la política, solo destacan lo racional, intentan convencer a
la gente con muchas palabras e infinidad de cifras, según los políticos
esperanzadoras... Estos
personajes, no toman en cuenta la parte psicológica, nuestros traumas,
nuestras preocupaciones, nuestros dolores, nuestras penas y todo ello es
substancial en las decisiones que se puedan llegar a tomar para tratar
de proponer un orden diferente al caos que se vive y se padece a cada
momento en el mundo entero.
Lo
que si es un hecho, es que lo que se vive en la actualidad, es producto
de la toma de decisiones de políticos, gobernantes y legisladores a
partir no de cifras estadísticas o de cálculos matemáticos, sino a
partir de sus componentes psíquicos enfermizos e irracionales que emanan
de sus inconscientes y que han contaminado a las inmensas mayorías del
planeta en todas las esferas de la sociedad: maestros, policías,
servidores públicos pequeños y superiores, padres de familia y todo
aquel que puede ejercer cierto poder sobre otros. Todos
copian lo que los de muy de arriba hacen y lo que han hecho es abusar
de los más débiles, de la gente desprotegida y tratarlos como objetos
sin valor alguno y eso es copiado de manera inminente por todos los que
componen e integran los puestos de mando en todas las sociedades. Para la gente de arriba la vida de los de abajo, importa muy poco o casi nada.
¿Qué clase de mundo se pretende gobernar?
Ya casi nadie hace nada de manera desinteresada por sus semejantes. Las
instituciones financieras mundiales, sólo les importa el dinero y poder
ejercer una influencia enorme para someter a los deudores a cualquier
precio, al fin que para ello cuentan con infinidad de recursos que les
permiten permanecer en el anonimato, aunque hambreen a quien sea y a
quien quieran desplegando a su antojo sus privilegios: enriquecimiento
ilícito, y la humillación de sus rivales deudores.
¿Qué nos ha pasado?
Se vive el vacío existencial más crudo de todos los tiempos: ¡Estamos repletos y llenos de absurdos! La
vida ya no tiene el valor de antaño y es por ello que estamos arribando
al tiempo donde todo se vale y todo se puede, sobre todo para los
poderosos, para la gente adinerada siempre indiferente al dolor ajeno,
ávida de notoriedad que les otorgue más recursos y riquezas provengan de
donde provengan: El círculo del infierno del que nadie escapa en esta
tierra, repleta de falsos valores y principios nada sanos, con probados
efectos dañinos como el acontecido en la sucursal bancaria.
¿Qué podemos ofrecer ante tanto desasosiego?
Una
renuncia total a todo lo adictivo destructor en nuestras vidas
proponiendo un retorno a lo verdadero porque en verdad, somos Dioses y
lo hemos olvidado. Todo terminará cuando nos lo propongamos.
Salir de la ignorancia que conduce a una vida dolorosa e inútil. Aceptar la verdadera naturaleza del ser humano dejando atrás el sufrimiento. Experienciar
a nuestro yo verdadero que es el único que puede aliviar el sufrimiento
humano: ¡Yo verdadero igual a Dios, luego entonces Yo soy Dios!
Hay
que dejar atrás las percepciones distorsionadas porque mucho del
sufrimiento humano es consecuencia de creer en esas visiones
distorsionadas.
Detrás
de nuestros pensamientos e imágenes, está la conciencia y allí, es
donde radica el verdadero Yo, en el interior, y ese es el reino de los
cielos, y es ahí que nos encontramos con la Energía Divina, siendo uno
con ella. Hay que ofrecer el exterminio de lo que domina las motivaciones falsas y que derivan de un yo falso. Hay
que hacer nuestros mejores esfuerzos para lograr percepciones y
conocimientos diferentes que fortalezcan al yo observador para captar
las posibilidades de cambio y desarrollar la percepción intuitiva que
establece una percepción de redes o relaciones entre las cosas y las
personas dando acceso a la gran razón de ser.
Es
verdad, somos Dioses y lo hemos olvidado, pero insisto, todo termina
cuando nos lo propongamos: ¡Es terrible empezar el año en compañía de la
indiferencia del dolor ajeno, no lo permitamos más!
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