Por Raúl Díaz Berlanga
Cuando la vida lo sorprende a uno y no se cuenta con la edad suficiente como para poder hacer algo, entonces hay que aceptar los designios del destino y enfrentar el provenir de la mejor manera posible. Debemos de saber que la actitud que adoptemos, será también un factor determinante de nuestro accionar; esto es, que como encaremos las situaciones, asì estaremos proyectando
gran parte de nuestro futuro. Las herramientas con las que contamos,
para semejante tarea, son solamente la imaginación y nuestros deseos
firmes de querer hacer algo o alguièn en la vida.
Nuestros
formadores, por supuesto que pasan a ser también un factor
determinante. Depende mucho de sus estilos en su forma y maneras de
conducirnos, su
manera de mpercibir la vida, ya que será en base a ellos que se tomen
las primeras guìas para el despegue de nuestro propio vuelo.
El
entorno, es otro de los factores que influirán de manera muy directa.
Dependerà mucho del ambiente que nos rodee, para que las situaciones se
presenten o se ausenten o no siquiera estèn. Habrìa quièn incluirìa el
factor suerte, como otro de los ingredientes fundamentales para vivir
una vida interesante y creativa. Todos estos elementos, se pondrán en
marcha, unos primero y otros después, pero todos en algún momento,
habrán de hacer su labor o tomar su posición en nuestro accionar y
peregrinar.
Una
cuestión fundamental, es la edad, sobre todo en un sistema de vida en el
que vivimos, ya que mientras no se pueda la persona valer por sì misma,
estarà sujeta, durante un largo tiempo, a infinidad de contratiempos,
que la mayoría de las veces, pudiesen resultar determinantes para
alcanzar un buen futuro.
Todo,
pues, se da dentro de los parámetros establecidos, ¿pero es que pudiese
existir alguna otra forma distinta de encarar la existencia del animal
llamado humano?
Por
supuesto, que todas las especies proceden de igual o parecida forma a
los seres humanos: Las crìas ingresan a la vida y de inmediato, son
asistidas por sus progenitores y, también, casì de inmediato, son
encaminadas a ejercitar los contenidos que como especie son portadores. Un yegua,por ejemplo, al
nacer su potrito, lo recibe en un lugar seguro, lo limpia y le permite
que empiece a desarrolarse, orientándolo a que aprenda todo lo que lo
conducirà a convertirse en un fuerte y magnìfico potro. Lo mismo sucede
con un oso. El osito será conducido por su creadora, a convertirse en un
gran oso y para ello, lo acompañarà durante un buen tiempo, hasta que
se convierta en autosuficiente, para de ahì en adelante, dejarlo sòlo
ante los retos de su propia
sobrevivencia. Tambièn lo hacen asi las aves: son recibidas en un nido,
alimentadas y cuidadas por los padres y una vez que aprendieron a volar
por sì mismas, son impulsadas y presionadas para hacerlo y abandonar su
seguro y comodo hogar.
La
institución familiar nuestra, la de nuestra especie, ha fallado en
mucho con el objetivo de hacer fuertes e independientes a sus vastagos.
El tiempo transcurre y al parecer, los esfuerzos de los progenitores,
están resultando poco eficientes para cumplir con la tarea de convertir
en propuestas sanas y productivas a su prole.
Somos
una de las especies màs desprotegìdas del planeta: No contamos con
alguna posibilidad de defensa natural en nuestras estructuras fìscas.
Nacemos totalmente indefensos a comparación de otros pobladores de esta
tierra. No contamos con garras, con colmillos, con patas veloces, con
ojos poderosos, con oìdos de altas y muy bajas frecuencias. Con un super
instinto. Estamos, desde nuestro arribo, sumamente indefensos.
Requerimos del auxilio de otros para sobrevivir, porque de otra manera
no lo podríamos lograr. Nuestro crecimiento y madurez, lleva mucho
tiempo y a veces, ni asì alcanzamos el tan anhelado desarrollo humano.
Un
potrito, de seguro que se convertirá en un potro, de igual manera lo
haría un osito, se convertirìa, tarde o temprano en un oso. Sus
constituciones genéticas, asì lo indican inequívocamente y eso es lo que
se obtiene por parte de sus capacitadores, al final de su preparación. A ellos, simplemente, se les ejercita para que vayan apareciendo las modificaciones de
su especie tarde o temprano. No se hace màs. Se les enseña simplemente a
proveerse de su sustento y aprender a sobrevivir, enfrentado o evitando
riesgos. Pero nada màs. Los expertos dicen, que en los animales, al
nacer, se da un fenómeno con ellos que los identifica con su especie: La
impronta. Esta consiste en permanecer con la crìa de manera muy
estrecha, hasta que se identifique a su progenitor, del cual estarà
siempre muy pendiente para copiar su comportamiento y seguirlo. Es como
una especie de huella de la espeice, muy necesaria en todos los
animales. Ese fenómeno de la impronta, sucede en cuestión de segundos o
quizás minutos. Es vital, definitiva, pues determina desde el inicio, la
trayectorìa de todos los animales. Es la guía primaria de las especies.
En
nuestras familias, las cosas se suceden de manera muy distinta y a
medida que el tiempo transcurre, todo se complica aùn màs. Nacemos en
espacios donde están muchas personas asistiéndonos. No todas están
identificadas con esos nacimientos, operan por obligación laboral. En
algunas ocasiones, pocas, el producto es colocado en el pecho de la
progenitora. Primero, es manipulado para su limpieza y su recepción
resulta de lo màs impactante para la crìa. Se tiene que estar muy alerta
de que respire de entrada, es fundamental que eso suceda, sino, el
producto padecerà conmsecuencias de alteración nerviosa irreversible
durante toda su estancia en el planeta. Por supuesto, que el fenómeno de
la impronta, no està contemplado en nosotros como especie. Imaginemos a
toda esa gente extraña improntando al bebè. O ya no digamos, extraña,
porque pertenecen a la misma especie, si no, no resueltas, poco
realizadas. Como poco realizados estamos todos dentro de nuestra propia
especie. De ahì, que un bebito, al crecer, debería desarrollar al
humano y esto, nunca es asì. Nosotros, también, somos la única especie
que desarrolla todo, menos lo humano.
Nuestra
capacitación para la vida, no sabemos que debiera incluir.¿ Què sería
lo que tuviésemos que proporcionar a nuestras crìas? ¿Hay impronta para
nosotros y en què momento aparece? ¿Capacitamos para lo humano? ¿ Hemos
fallado como especie?
Los
progenitores, argumentan que fallan porque no existen escuelas para
aprender a ser padres, que ellos se tienen que enfrentar a esa
responsabilidad, sin saber què hacer.
Nadie
conoce el momento en el que las crìas de la especie humana, absorben al
otro y a los otros, e incluso, si existe o no un tiempo de marca o
huella que se prolonga en
nuestra especie. La observación nos falla e interrumpimos abruptamente
cualquier conducta espontànea de nuestros descendientes. No les
permitimos hacer, todo lo queremos conducir los adultos. Por ejemplo,
existieròn épocas en que a los bebès se les cobijaba y envolvía hasta la
inmovilidad total. Nunca estamos seguros de que hacer en esa primeras etapas formativas.
Los
niños ya instalados en las instituciones educativas, los conducimos a
sostener el sistema de intereses creados y se castiga o reprende a los
que emitan o proyecten comportamientos auténticos y espontáneos. Se
procede a uniformarlos en sus criterios. Se les moldea el carácter con
todo lo establecìdo. Lo humano se va ocultando cada dìa màs,
produciéndose y surgiendo algo muy ajeno a eso, algo totalmente opuesto.
Sì,
como especie, podríamos decir , sin temor a equivocarnos, que es la que
màs ha fallado. Desconoce què debe de respetar sobre manera y sobre
todas las cosas. Y atenta despiadadamente, contra las demás especies por
sistema y por considerarse superior. El fracaso como dignos
representantes de la especie
animal humana, se ha dado ya desde hace miles de años: Hemos
desarrollado a alguien muy ajeno a lo verdadero y auténticamente humano.
Somos el animal que vive en su interior de manera aislada y oculta
sometido a un gran temor de conocerse y mostrarse tal cual es. Por
supuesto que hemos fracasado como especie.
¿Se podría todavía hacer algo?
Siempre
habrá posibilidades de accionar, mientras no demos fin a la naturaleza,
quièn es la que dispone de todas las especies que la
conforman.Oportunidades, habrá, pero el factor tiempo apremia y lo
deberemos saber aprovechar siempre al máximo, ya que pertenecemos a las
especies en riesgo de extinción.
Primero
que nada, se requiere de observar a nuestras crìas con una òptica muy
distinta a la que hemos venido ocupando: Què es lo que hacen, còmo lo
hacen, a què dedican su tiempo.
Existen
conductas básicas en nuestra especie, como las tienen las demás
especies: Somos sociales por naturaleza. Los niños buscan y gustan de
estar con otros compañeritos. Les encanta sonrreir. Jugar mucho, siempre
están buscando pretextos para hacerlo. Les encanta hablar, casì todos
hablan como periquitos. Les agrada abrazar y que los abracen. Besar y
que los besen. Las caricias para ellos son muy importantes. Ayudar a los
demás. Son cooperativos y participativos, no les agrada ser excluìdos.
Manifiestan su aprecio espontáneamente. Son lìmpios, les agrada bañarse,
lo disfrutan mucho, lo exigen. Buscan con entusiasmo a sus seres
queridos, sufren si no los ven. Se saben entretener con lo que sea. Les
encanta tener sus propios espacios y modificarlos a su placer.
Manifiestan cariño y comprensión a sus semejantes siempre y saben
compartir sus pertenencias y estados de ànimo con sus mascotas y
juguetes preferidos. Son muy curiosos y están siempre dispuestos a
adquirir nuevas experiencias y nuevos aprendizajes. Gustan de las visitas al campo y al mar.
Son
todas estas, algunas de las conductas básicas de los infantes de
nuestra especie. ¿ No se podría crear una nueva educación en base en
ellas y estar pendientes de que siempre estèn muy presentes, que no
falten en los ambientes y entornos hogareños, escolares y familiares?
En otra ocasión, abordarè las otras cuestionantes… ( ¿Educamos para lo humano? ¿Còmo salvar la espcie?)
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