Por Raúl Díaz Berlanga
Una
vez iniciada la aventura de la creación o visualización de la portada
del rompecabezas y comenzar a colocar las piezas en el tablero, es
importante reflexionar sobre lo siguiente: ¿Cómo se alcanza el
conocimiento, la liberación, la iluminación?
Hay
quienes postulan que llegar a conocer lo esencial que nos permita
liberarnos de tanto absurdo cotidiano y mundanal ruido, es tarea que
reside en el pensamiento o la razón. El conocimiento liberador sólo es realmente tal, cuando posee necesidad lógica y validez universal. La razón, dicen, nos proporciona y brinda ideas claras y distintas. Todo lo que proceda de la razón es lo único válido, los demás juicios carecen de validez. La razón es la única fuente y el fundamento del conocimiento humano. Por
encima de un mundo de fenómenos relativo y cambiante, existe un mundo
superior que es el mundo de las ideas, sólo captadas por la razón y que
constituyen lo que llaman el verdadero conocimiento.
Existen otros pensadores que creen que la única causa u origen del conocimiento es la experiencia. Postulan
que no existen ideas innatas o desde el nacimiento, como si se tratara
de un acervo determinado de conceptos básicos que nos permitieran
alcanzar el conocimiento y que esos conocimientos estuvieran depositados
en la razón directamente. Dicen que el sujeto no tiene sus conocimientos al razonar, sino exclusivamente a partir de la experiencia. Afirman
que el espíritu humano se encuentra desprovisto de todo conocimiento,
de todo material cognoscitivo previo porque es como una tabula raza
donde se escribe la experiencia. De ahí que todo provenga de los actos experimentados o derivados de la experiencia. Para estos pensadores todo es observación y experimentación.
Otro
grupo de filósofos, proponen como causa del conocimiento la facultad de
captar sensaciones porque afirman que todas las demás facultades
mentales, proceden del sensualismo: “El pensamiento simplemente es la
facultad, ya perfeccionada, de captar las sensaciones”.
¿Es posible distinguir varios tipos de conocimiento o sólo existe una forma de conocer?
Existe
conocimiento que relaciona, compara y enlaza todo lo que se desea
conocer: se dan pasos y se ejecutan procedimientos deductivos y de
inferencias, para llegar a conclusiones supuestamente válidas.
Por
otro lado existe el conocimiento que se presenta de manera inmediata,
que no requiere de premisas o de etapas racionales, que ocurre de manera
súbita. Que ocurre de manera
instintiva y consiste en conocer-viendo y que no siempre requiere de un
conocimiento exclusivamente sensible sino también racional. Es
un conocimiento que incluye a todos los demás y que capta de inmediato
la verdad o la validez de todo cuanto nos rodea: esencias, existencias,
los valores, la belleza.
Pero
se trata en este moño del regalo navideño, de contarle al animal hombre
y mujer cómo conocer la realidad, actuar en el mundo y salvarse de las
contingencias. ¿Es el hombre
esencialmente distinto del animal o sólo muestra diferencias de grado
frente a los animales? ¿Hay diferentes tipos de humanos?
El animal hombre y mujer han creado una segunda naturaleza llamada: cultura. Esto obliga a escudriñar el lugar del hombre en el cosmos y su función o misión en el mundo.
Hay quienes afirman que el hombre tiene una trayectoria que cumplir en su vida. Que no todo termina en la tierra, sino que existe un más allá. Pero
también existen quienes postulan lo contrario y que constriñen el
sentido y el actuar del hombre en su “acá”, señalando como espejismos la
existencia de trasmundos donde el hombre puede depurar sus
imperfecciones.
Es
interesante mencionar como desde Sócrates se trató con mayor claridad
lo vinculado con la indagación del mundo interior del hombre: “Conócete a
ti mismo”. Frase que invita a sacar a la luz los más profundos secretos del ser. Este
filósofo griego bajó la filosofía del cielo a la tierra y cuestionó a
sus interlocutores por las cosas humanas: Conocerse a sí mismo para
alcanzar la virtud. Y mientras descubría al hombre bajo una perspectiva ética, otros pensadores lo hacían bajo el rubro de la cultura, constituida por las costumbres, la religión, el lenguaje, la filosofía. Se
referían a la potencia creadora del hombre como hacedor de culturas:
Prometeo que roba a los dioses el fuego sagrado de la sabiduría, dando
lugar a la creación de las culturas, a su agricultura, a la caza, a la
domesticación, a los idiomas, a las armas, a las ciudades.
Para los filósofos griegos la virtud debe apegarse a los cánones de la razón, del bien y del conocimiento. Sócrates
proponía que la virtud es producto del conocimiento que el malo o el
vicioso es un ignorante que no conoce hacer el bien, que desconoce lo
bueno. Platón hablaba de que la razón debe dominar los apetitos por ser nuestra fuerza suprema. Para
los estoicos, era necesario reprimir los afectos y las pasiones, para
llegar a un estado de tranquilidad o imperturbabilidad. Aristóteles hablaba del alma y que ésta debía purificarse de toda suerte de pasiones mediante la tragedia. Pero
todos ellos reconocían una razón divina o universal que facilitaba el
orden humano: ceñirse a lo sabio o a un logos universal que regía todo.
En
la edad media surgió el primado de la fe sobre la razón: el mundo y el
hombre han sido creados justamente, a partir de la nada por la benévola
acción de Dios. El hombre es una criatura hecha a semejanza de su creador. Para el cristianismo, el hombre ocupa un lugar intermedio entre los animales y los ángeles. Es superior a los animales porque carece de racionalidad e inferior a los ángeles que además de ser racionales son inmortales.
El Renacimiento brindó el modelo de la libertad e individualidad, además de la racionalidad. Estos
conceptos prevalecen hasta la edad moderna, el hombre tiene libre
autodeterminación en un mundo totalmente determinado por los demás: “Por
honor tuyo, tu debes ser tu propio artífice y constructor, puedes
degenerar en animal o elevarte a las esferas altísimas de la divinidad”.
Somos
débiles cañas a merced de las fuerzas naturales, pero también cañas
pensantes y en eso radica la grandeza y la dignidad de los hombres y de
las mujeres, es un dejar de agregar el sentimiento y la fuerza interna
como factores igualmente de determinantes y volver a la naturaleza para
rescatar al hombre de los convencionalismos, de la vida artificial e
hipócrita que lo ha llevado la civilización. Sólo de nuestros inconscientes nacen las obras necesarias que representan un espejo perfecto de la creación. Estamos destinados a conocer y crear, pero sobre todo a vivir. Lo fundamental radica en la vida y en todo lo que coopere a su desarrollo y exaltación, hermosura, belleza y fuerza. Hay que liberarse de las creencias falsas llenas de temores para disfrutar del mejor modo los dones del planeta.
Sin
embargo, aunque la filosofía es conocimiento del universo, de todo
cuanto hay y de que existen varios tipos de conocimientos, eso no basta
para que se capte el todo, porque estamos hablando de una realidad
incompleta, pobre, llena de carencias y de soledades que vemos y no
podemos contemplar sin echar de menos la porción que falta que es
precisamente el conocimiento venido de la iluminación que no es otra
cosa que el conocimiento llevado al máximo, es el heroísmo intelectual
mismo y ese sólo se descubre o se llega a él sin hacer un inventario o
reposo minucioso y completo como el que hemos realizado de todas las
posturas del conocimiento, sino se trata de las aspiración por
desentrañar el sentido último, total de la vida y del mundo. Y
dentro de ese sentido, intentar ubicar nuestra portada y la elaboración
de nuestro rompecabezas, explicándonos así al ser en todas sus
manifestaciones, recuperando la totalidad y el sentimiento perdido del
ser en el mundo.
La
búsqueda de esa totalidad liberadora es la que hay que recuperar lo más
pronto posible antes de llegar a la factible desaparición de nuestra
especie. A lo largo de la
historia los filósofos y los sabios han intentado diferentes caminos: la
mayéutica de Sócrates, la dialéctica de Platón, el criticismo de Kant,
el materialismo dialéctico de Carlos Marx o la fenomenología de Edmundo
Husserl. Pero el conocimiento total y auténtico, va
más allá del supremo tribunal de la razón con sus programas estériles y
degenerativos, al servicio del conjunto de intereses creados. Se trata de transformar constantemente en luz y en llamas todo cuanto somos. Necesitamos
de luz y de las llamas mágicas que nos iluminen yendo más allá del
conocimiento obsoleto y repetitivo, vislumbrando la vida humana,
adecuada a los más altos valores humanos, que han practicado los
verdaderos faros de la humanidad y que les indicaron el camino de la
virtud dándole alas a sus acongojados espíritus para disiparlos de toda
inquietud, convirtiéndolos en héroes de su aventura heroica, recobrando
así la totalidad perdida y la unidad con el inmenso cosmos.
La tragedia nos despierta y libera del absurdo cotidiano. La
aceptación de lo que en verdad somos, es otro de los caminos de la
liberación, así como llegar al tope de la intensidad en todo lo que
vivimos y realizamos al despegarnos de todo lo mundanal y contingente
que jamás nos podremos llevar en nuestro interminable viaje cósmico.
Se
trata de llevar a cabo un incendio total que cubra de llamas todo,
haciendo estallar por completo la maldita vida vacía repleta de absurdos
en la que nos encontramos imbuídos y atrapados todos sin salida, porque
el verdadero conocimiento alejado de lo meramente informativo y
formativo, y de las fugitivas riquezas, surge cuando descubrimos desde
lo más profundo de nuestros interiores que si podemos ser ajenos y
desobedientes constructivos de todo lo establecido y creado
equivocadamente por el animal hombre y mujer: El
espíritu es iluminado por la energía divina que nos retorna en vida al
disfrute de la totalidad y la unidad, porque en verdad somos todo y
todos, y es en nosotros donde se aloja y descansa el mundo en su
integridad total con todo cuanto existe en el vasto e inmenso cosmos
destacando sustantivamente el verdadero humano de los demás animales,
existiendo humanos muy distintos al animal hombre y mujer. Crear
una vida con diferente óptica y disposición ajena al mundanal ruido y
transformar todo en bienestar y confort, es la tarea del auténtico
despertar y del verdadero conocimiento que conduce a la liberación y la
iluminación.
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