Por Rául Díaz Berlanga
He
aquí otro asentamiento Mesoamericano de tiempos remotos de gran
envergadura con el que cuenta el mundo entero. Se trata no solo de la
presentación de un grupo de individuos establecidos en un lugar remoto
de selvas desconocidas para el viejo continente, sino de un asentamiento
humano de inmensa trascendencia para todos.
Siempre
se ha pensado y así quedó registrado en infinidad de documentos
históricos que las culturas mesoamericanas fueron simplemente tribus
esparcidas por doquier sin costumbres o procesos de vida con identidad
propia y con lenguajes afines. Los descubrimientos más recientes e
incluso anteriores demuestran y constatan todo lo contrario. Fue obra
de quienes vinieron a implantar una cultura obsoleta y reprobada en
otras latitudes la cual no encontraba ninguna salida viable más que su
desprestigiada y desmerecida religión católica, de la cual sí existen
documentos de la podredumbre y el atraso infrahumano en el que
deambulaban y se movían grandes sectores de población instalados
irremediablemente en culpas, miedos y reprimendas sorprendentemente
sanguinarias y autorizadas por las autoridades eclesiásticas.
El
territorio Totonaca es otra muestra más de la grandeza y creatividad de
un conjunto de seres que emigraron de similares puntos geográficos,
pero con una cosmovisión de la vida verdaderamente digna de tomarse en
cuenta, estudiarse y asimilarse en un mundo tan perdido y desorientado
como el que se vivía en las Europas de los imperios romanos o de los
pueblos denominados bárbaros, o un poco más adelante en la mismísima
Edad Media. Porque eso, o algo muy similar, es lo que precisamente vive
el mundo actual, volviéndose a instalar de manera irremediable en las
culpas, miedos y castigos financieros para todos los pueblos del mundo.
Solo haría falta que pudiésemos conquistar otra civilización en
cualquier otro planeta del sistema solar y que cometiéramos la misma
barbaridad, calamidad y atropello con seres de otras latitudes
llevándoles lo nuestro como algo digno de ser aprendido. Claro, y esto,
instalarlo sobre su cultura por nosotros considerarla mejor o superior a
lo de ellos.
Las
culturas mesoamericanas si contaron y tuvieron un hilo conductor que
las hermanaba y las identificaba a unas con otras sin jamás hacer presa a
cualquiera de ellas al grado de la extinción, es tarea de este blog, en
esta parte que ahora abordamos sobre los territorios de nuestros
ancestros, tratando de proporcionar no sólo de manera escrita sino
gráfica y presencial la grandeza de un ser humano distinto al europeo y
con una cosmovisión de la vida mucho más completa y acabada en muchos
menesteres que las mismas culturas del viejo continente, sin dejar de
reconocer que todos somos lo mismo y que partimos de puntos similares y
que no alcanzaremos el desarrollo que necesitamos mientras no
reconozcamos que nadie es ajeno, superior o inferior mientras estemos
inmersos en el mismo planeta.
Mucho
se ha hablado de que en tiempos similares unos iban más avanzados que
los otros y eso también es una mentira, no hay motivos de comparación,
se trata solamente de percepciones y cosmovisiones distintas sustentadas
en conceptos filosóficos diametralmente opuestos: jamás Cristo (Del
cual se tienen muchas dudas sobre su existencia) puede representar más
que el Sol, y el hecho de que se diga que aquí no se habían descubierto
los metales o sus fusiones o la rueda misma, pueda esto significar
supremacía alguna de unos sobre otros. Se tenía el concepto del círculo
y ahí están como muestra los calendarios elaborados en enormes y
preciosas piedras que enmarcan la circularidad o los mismos juegos de
pelota que también dejan ver situaciones similares.
Entonces
se trata de una percepción muy diferente porque es el hombre quien
tiene que hacer los esfuerzos para que las cosas valgan y no abusar de
los animales porque existan las ruedas, ya que las Llamas y el Yak en
territorios sudamericanos existían desde siempre con otros fines; sino,
deberíamos de preguntarnos de dónde surgieron las edificaciones de tan
hermosas, bellas, preciosas y sorprendentes pirámides elaboradas y
construidas a mano y con el esfuerzo de todos para ofrendarlas a sus
dioses, no a los muertos como le hacían en Egipto: pirámides sepulcrales
por temores al más allá.
Nuestras razas mesoamericanas que pertenecen a todo el mundo, le rendían culto a la vida, jamás a la muerte y es sólo el estar presentes en estos majestuosos lugares de bellos edificios para saber que era un honor morir edificando y construyendo en pro de las deidades.
Nuestras razas mesoamericanas que pertenecen a todo el mundo, le rendían culto a la vida, jamás a la muerte y es sólo el estar presentes en estos majestuosos lugares de bellos edificios para saber que era un honor morir edificando y construyendo en pro de las deidades.
El
hilo conductor de estos asentamientos humanos antiquísimos y que se
repite en cada uno de los territorios que hemos visitado es la presencia
de una serpiente emplumada que hermana a todos en su grandeza. Son
pirámides que señalan a cada momento el culto a la naturaleza, que
señalan el respeto de estos insignificantes seres a la majestuosidad del
universo, ya se menciona desde esos entonces la mutación de un reptil
fusionado a una ave y eso es una idea fundamental de la transformación
de la naturaleza, misma que se aplicó a sus vidas y a sus
construcciones, sin dejar de incluir una serie de glifos que les
permitían relacionarse, convivir y tener actividades comerciales entre
todos ¿De dónde entonces se podría sacar que eran menos que los
enfermizos, llenos de viruelas y sifilíticos conquistadores europeos,
sino que habrían sido ellos mismos quienes por sus distorsiones mentales
vinieron a quemar todos los códices y vestigios que señalaban la
grandeza y el desarrollo de estas inmensas culturas hermanas que ellos
no se podían explicar por contar con mentes confusas y enfermizas
apegadas a deseos materiales? Más bien fue el abuso de la tecnología,
el uso de las armas y la ignorancia, lo que sepultó los conocimientos y
las aportaciones de nuestros inmensos ancestros y ancestros de todos,
porque hay que entender de una buena vez, que todos hemos sido siempre
hermanos.
Habría
que ver la Pirámide de los Nichos en el Tajín, para darse siquiera una
idea de la inmensidad intelectual que se puede requerir para edificar
una construcción de esas magnitudes y de esa inmensa belleza. Habría
que sentirse también muy orgulloso del territorio teotihuacano donde
había asentamientos de más de 400,000 personas perfectamente ordenadas y
disciplinadas bajo un gobierno teocrático que los hermanaba y no los
dividía. Ya hablaremos en su momento de Palenque, de Xochicalco, del
mismísimo Teotihuacán, y ya serán ustedes testigos del orgullo que todos
debemos de sentir todos por haber tenido a dignos representantes de la
civilización humana de los tamaños que fueron estos inmensos seres
fundadores del Mayan, del territorio Totonaca y de los demás territorios
que Mesoamérica tiene dentro de sus contenidos. No podemos descartar
de ninguna manera Tulum o Tikal en Guatemala ni mucho ¡Jamás! la
inmensidad de Machu-Pichu de esos inmensos Incas. Preparémonos entonces
para hacer la digna presentación de nuestros ancestros del territorio
Totonaca, parientes y hermanos de todos.
¡Kgalhen! (Bienvenidos en lengua totonaca)
¡Kgalhen! (Bienvenidos en lengua totonaca)
MINCHICA WILA que significa Estás en tu casa
(esa idea habla de la hermandad), y esa casa fue construida en el
periodo posclásico que data aproximadamente del año 800 D.C.,
establecida en la costa del Golfo de México y que es precisamente el
territorio de la etnia Totonaca, considerada por la UNESCO como
patrimonio intangible de la humanidad. Esta cultura se encontraba
vigente a la llegada de los conquistadores españoles. Se organizaron
sociológica y políticamente en señoríos, los más importantes fueron
Cempoala, Misantla y Zacatlán. La clase gobernante era asistida por
consejeros y los sacerdotes ocupaban un lugar destacado ya que se
encargaban del culto a los dioses – Xipe Totec, QUETZALCÓATL (Serpiente
Emplumada), Tlazoltéotl y Mictlantecuhtli-, y llevaban los registros en
los códices para hacer las observaciones astronómicas (al igual que los
Mayas, Zapotecas y Teotihuacanos) y los cálculos de los calendarios.
Eso daba lugar a las fechas de las ceremonias oficiales, las fiestas y
los sacrificios humanos.
El
desarrollo de esta cultura también abarcaba una organización económica y
el establecimiento de ciudades muy bien planeadas, construidas y
organizadas. Su economía se basaba principalmente en la agricultura.
Contaban con un sistema de riego altamente perfeccionado que aumentaba
considerablemente la producción de alimentos y sobre todo lo referido al
algodón, los tejidos y la vainilla. Las cerámicas finas se elaboraban
en Quiahuiztlan y en la Isla de Sacrificios, actualmente Veracruz.
La
planificación y organización de estas ciudades sobre todo la del Tajín,
que abarcaba una extensa área de aproximadamente 10 km2, donde se
encuentra la Pirámide de los Nichos, edificio único en Mesoamérica,
estaban lo suficientemente planeadas y organizadas como para captar el
agua de lluvia directamente de los techos para ser almacenada en
inmensas cisternas y luego conducida hasta los templos y casas por medio
de acueductos y caños hechos de mampostería. Estas obras y otras dan
una idea aproximada del desarrollo de la Cultura Totonaca.
Retornando
a la Pirámide de los Nichos, podríamos agregar que su geometría y
equilibrio resultan de una gran exquisitez e impacto a primera vista.
Está conformada por siete niveles y su fachada mira hacia el este
conjugándose con los 365 nichos que se encuentran a su alrededor. Cabe
señalar que estos nichos poseían en las noches, luz emanada de ceras y
pabilos lo cual le otorgaba un realce fantástico a la construcción.
Esta pirámide es el edificio más representativo del Tajín en cuya área
se pueden apreciar más de 16 edificaciones similarmente hermosas y
bellas. Se trata de una extensa área en la que se aprecian la Plaza del
Arrollo, los 17 juegos de pelota (Igual que los mismos juegos de pelota
de las culturas maya, zapoteca y teotihuacana entre otras), el área de
Templos y la zona habitacional de los gobernantes y de los demás
integrantes de esa extraordinaria cultura.
Como
punto final agregaremos que esta cultura es poseedora de un ritual en
el que se incluyen aire, música y movimiento, en el que participan 5
danzantes, a los que se les conoce como los indios voladores de Papantla
de los cuales cuatro son voladores y uno el Caporal. Los 5 elementos
creadores de vida: agua, tierra, viento y fuego, y como centro el Sol
(“Chichini”). En la “Danza del Volador” se invoca a los cuatro rumbos
del universo solicitando la fertilidad de la Madre Tierra (Que conste
que no se le rinde culto ni a Jehová, ni a Cristo, ni al inexistente
Dios), en esta danza de acuerdo con la cosmovisión Totonaca, el cielo es
una deidad masculina con la esencia del fuego, y la tierra es una diosa
cuya esencia es el agua, y la conjunción de ambas da la vida (Nada que
ver con las esfumaciones de creer en dioses barbados y malvados del
pentateuco de los cuales se esperaban favores milagrosos).
En
esta danza que se lleva a cabo en una plataforma montada sobre un palo
de aproximadamente 30 metros de altura, en la que se instalan los 5
voladores, se toca la flauta y el tambor interpretando distintos sones,
con el fin de agradar a los dioses y obtener de ellos la protección para
quienes van a llevar a cabo la arriesgada y peligrosa ceremonia. En
las alturas el caporal va al centro, permaneciendo de pie, mientras los
otros cuatro voladores se lanzan al vacío al hacer girar la plataforma,
evocando así al Sol y a su luz fecundante de vida. Con un significado
místico, los voladores descienden a tierra dando 13 vueltas cada uno, es
decir, entre los cuatro dan 52 giros antes de tocar el suelo, y esto es
equivalente al número de años de un ciclo mesoamericano. Una vez
descendiendo los cuatro voladores, el caporal que interpreta al Sol,
desciende sujetado a una de las cuerdas de los otros voladores
personificando al Sol que fecunda la tierra.
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